«Cuando lo sagrado se rompe, trae maldiciones y enfermedades»

El problema indígena

Hace unos de días se publicó que Canadá ha abierto un debate de emergencia ante el alarmante aumento de suicidios en las comunidades indígenas. El pasado sábado 9/4/2016 en la comunidad Attawapiskat hubo 11 suicidios en una noche. El lunes siguiente, la policía detuvo preventivamente a 7 jóvenes potenciales suicidas.

La mayor parte de los suicidas son adolescentes, gente joven o de mediana edad. Otra de las comunidades indígenas más conocida, los inuit en Groenlandia, encabezan la tasa de suicidios mundial.

Lo mismo ocurre en comunidades indígenas en Perú, Colombia o Brasil. Los suicidios están siguiendo incluso el mismo patrón en diferentes partes del mundo. Es un hecho: la tasa de suicidio en pueblos indígenas es alarmante. Las causas apuntan a la exclusión social, rechazo, discriminación lo que provoca alta tasa de paro, alcoholismo, abusos sexuales…

En este extracto de un artículo de prensa se explica lo que sucede:

La hipótesis de los especialistas y del documentalista es que los jóvenes encuentran en el suicidio una salida a la falta de oportunidades. Pasan su infancia en las escuelas de sus comunidades, aprendiendo sobre su cultura y en su propia lengua. “Cuando se gradúan de primaria, el gobierno tiene que cumplir las cuotas de educación indígena. Entonces se los lleva, de buena fe, a Mitú, para que hagan la secundaria”, dice Naranjo. En esos años los jóvenes aprenden una lengua diferente, el castellano (manejan el idioma apenas en un 20 por ciento cuando llegan a la capital). “Ese es uno de los grandes problemas, no se pueden comunicar y se burlan de ellos en el pueblo por sus expresiones. Además, están expuestos a muchos cambios: la cuestión de la ropa, el peinado, el hablado, el reguetón. Entonces, en esos años aprenden el pénsum de occidente y, sobre todo, a ser un blanco contemporáneo que sale de fiesta y se emborracha”, dice Naranjo. La mayoría de los suicidios suceden en estado de embriaguez y por ahorcamiento, mediante las cuerdas de las hamacas donde duermen: “No se cuelgan y se lanzan de una silla; se cuelgan a la altura de ellos y se dejan caer de rodillas. Se amarran y se dejan caer. Lo hacen de una manera en la que es muy evidente la voluntad de morir”, dice Pablo Martínez.

El director Alejandro Naranjo nos presenta en su película «La selva inflada» este problema desde la perspectiva de la amazonia colombiana. Las imágenes no pueden ser más simbólicas viendo cómo rompen las piedras sagradas, cómo se rompe su cultura, su tradición, la conexión de su pueblo con la Tierra para intentar asumir una cultura ajena y contraria a estos valores. Cuando lo sagrado se rompe, trae maldiciones y enfermedades.

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